jueves, 19 de febrero de 2015

Inception de viajes


No fue necesario repetirme a mi misma que no tenía que tener miedo. Todo en mi me decía que estaba muy bien y estaba libre, cómoda, confiada. Lo estuve desde el primer minuto en ese viaje y aún sabiendo que estaba adentrándome a unas largas y muy intensas horas de enorme sensibilidad, receptividad y psicodelia, en el medio de una sierra, en pleno día, si llegaba a dudar lo único que tenía que hacer era mirar a mi izquierda y verlo. Verlo conmigo, listo para darme la mano, un beso o un abrazo y eso iba a ser suficiente. Había sido mi guía en mi primer experiencia y todo había salido más perfecto, sabía que esta vez tampoco iba a fallar, ni yo ni él.

Sonreí.
Sin que me de cuenta de repente ya me estaba riendo con tal fuerza que me dolía la panza o me faltaba el aire, y ahí fue cuando me di cuenta: empezó el viaje.
Mi cuerpo se sentía gracioso, el sol pegándome en la piel picaba con una intensidad más fuerte que hace una hora atrás, pero paradojicamente más soportable.
Como por una fuerza mayor, me movía cien por ciento dominada por mi instinto, yo no pensaba dónde quería ir, o qué quería ver, sólo sucedía, mi cuerpo iba hacia donde quería ir y mi mirada se desviaba hacia donde tenía que ver, y siempre todo era lo correcto. Porque con lo que me encontraba, se generaba una conexión extraordinaria que me dejaba sin aire, me temblada el cuerpo. Desde unas simples flores de colores, que brillaban y vibraban llenas de vida, hasta darle de comer con la mano a un ciervo, que se paró a menos de un metro de distancia mio, y me miró a los ojos, por muchos segundos, mientras masticaba lo que acababa de darle, una criatura majestuosa, sentí una conexión que no hubiera sentido si no estaba en un estado de sensibilidad y receptividad semejante.
Tuve que inhalar y exhalar profundamente unas cuantas veces para liberar todo lo que estaba sintiendo.

Teníamos una meta pero sabíamos que antes de llegar, íbamos a desviarnos unas cuantas veces, dejándonos guiar por el instinto, siempre juntos. Y así fue, en cada lugar que parábamos para conectarnos con lo que sea que tengamos alrededor o en frente de los ojos, se detenía el tiempo. La naturaleza, tanto los animales con los que interactuabamos, como el viento y el verde, nos hablaban, nos entendían, nos saludaban, nos guiaban, nos trasmitían paz y hermosura.

No me voy a olvidar nunca de la mirada de una lechuza, completamente perfecta, que me miró directo a los ojos, tan cerca que cualquiera hubiera esperado que salga volando, pero no lo hizo, sólo se quedó parada mirándome. Giraba la cabeza cuando le hablaba. Sabía que estaba admirándola, sintió cuánto estaba amándola en ese momento y me dejó hacerlo.

Habíamos decidido ir a un lugar que ya conocíamos, para este entonces ya habían pasado unas cuantas horas.

Caminamos por una especie de laberinto, con paredes de plantas tan altas como nosotros, o al menos así lo percibíamos. Entrabamos de a uno entonces él venía atrás mío, había que ir pisando piedras y adentrándonos cada vez más en el bosque. A medida que ibamos avanzando en ese laberinto, me aceleraba por la excitación que tenía, se me habían secado los dientes de la sonrisa inmensa, aún cansada de estar trepando sierras todo el día, abajo del sol, caminando lo que no camine en toda mi vida junta, con calor, e inmensamente feliz, lo entendí:
Estaba siendo Micaela en esencia, como hace muchísimos años no lo era, totalmente plena y feliz, libre. Recordé lo mucho que amaba perderme en laberintos cuando era chica, un dato que había olvidado y mi madre me recordó hace poco. Veía un laberinto y corría a él para perderme, me divertía. Me sentí esa Micaela. Reconocí que gracias a la increíble persona que tenía atrás mío es que estaba ahí en ese momento, siendo la que era, gracias a él, y que me elegía siendo esa, la veía más allá de todo y me apoyaba, me daba fuerzas para que explote esa esencia mía. Aunque seguía caminando, sonriendo, otra vez el tiempo se detuvo y entendí todo.

En el momento en el que teníamos que entrar al lugar de destino, unos metros antes, frené casi por acto de reflejo, él frenó atrás mío, mi instinto me hizo mirar hacia mi izquierda y me encontré con la entrada a un camino aún más angosto que por el que veníamos, se veía oscuro y pasaba desapercibido, de hecho la primera vez que fuimos ni lo vimos. Él miró a donde estaba mirando, me volvió a mirar y me dijo "¿Querés ir por ahí? Si lo sentís, vamos." Le contesté que sí con la cabeza y nos metimos.
Con lo que nos encontramos a continuación fue completamente mágico, así que si no creen en ningún tipo de magia, no sigan leyendo.

El camino hasta llegar a ese espacio mágico fue algo largo, pero ya se sentía. Era muy angosto hasta que de repente se abría un circulo enorme, formado por altos, delgados y hermosos arboles. El espacio era fresco, húmedo, se escuchaban todo tipo de pájaros y se sentía cómo vibraba todo con el viento.
Atravesamos este círculo de magia y se volvió a formar el camino. Hasta quela mirada se me desvió a un rinconcito libre de arboles y plantas, era el perfecto tamaño para una sola persona y el acceso no era fácil, pero tenía que ir ahí, sí o sí, por más que lo podía ver perfectamente desde afuera, todo en mí me decía que tenía que estar parada entre esos arboles en ese instante. Así que me metí, haciendo un par de movimientos extraños, y me paré en el centro.
Mirando hacía arriba estos árboles que parecían interminables y a mi al rededor, estaban llenos de ojos, vibraban, llenos de energía que me golpeaba a tal nivel que empecé a respirar fuerte, como si me faltara el aire. Estaba sintiendo tanto que no podía mantener una respiración normal. Los árboles me hablaron, me dijeron que soy parte de todo esto, soy lo mismo que ellos, que me sienten, me sentí más conectada con el todo que nunca, sentí que mi cuerpo se podía derretir y volverse parte de ese espacio mágico y estaba bien.
Era parte de ese lugar y sentí fuerte la energía que me corría por abajo de la piel y que me trasmitía todo eso que estaba sintiendo, volví a sentir que mi cuerpo era pura energía, estaba hecho de la misma energía que cargaba todo a mi alrededor, ese sentimiento que desbloquee gracias a la Ayahuasca.
Me emocione a tal nivel que me largue a llorar, no lo pude evitar, tampoco lo quise evitar, sabía que tenía guardadas las lagrimas de hace rato y sabía que había ido a ese específico lugar a liberar todo esto que venía sintiendo. Todo me llevó a que llegue ahí.

Después de llorar mientras sonreía, y finalmente liberar. Me dí vuelta para mirarlo a él. Me vió con lagrimas, sonrió y extendió los brazos para que vaya a refugiarme en él. Y así lo hice.
Me sequé las lagrimas y volvimos al circulo enorme que mencioné anteriormente, decidimos que era tan hermoso que nos teníamos que sentar ahí y quedarnos un rato.


Todo lo que nos pasó estando sentados ahí es algo que me frustraría si intento ponerlo en palabras. Escuchamos a la naturaleza hablando entre sí, entendíamos los sonidos de los animales y del viento, pero no entendíamos si escuchábamos hablar a los humanos que pasaban cerca, desde afuera, sólo hacían sonidos con distintos tonos, pero no entendíamos las palabras. Estábamos en otro plano. Nos entendíamos sólo entre nosotros y con la naturaleza. Todo lo demás era "blablablabla". Se detuvo el tiempo.

Era un espacio que nos estaba recibiendo y protegiendo a nosotros, esos árboles nos estaban haciendo un show de baile, movimiento, espejos, colores fantásticos que para el ojo percibiendo normalmente no existían. 
Teníamos escalofríos de todo lo que estábamos sintiendo. Me temblaba el cuerpo.
Sentí que era nuestro "safe place" en el mundo. Sentí que ese lugar nuevo lo iba a llevar siempre conmigo. Siempre que necesite un momento de paz, ya lo tengo grabado en mi mente, tengo grabado cómo me sentí y siempre que lo necesite iba a poder volver. Supe que no me iba a olvidar nunca de ese momento y de ese lugar. Sentí que nos abrazó y nos protegió.

Escuchamos a unas cuantas personas que parecía que se acercaban y a punto de entrar, siempre, pero siempre, por alguna razón u otra se terminaban yendo y nunca llegaban a cruzar. Se volvió NUESTRO lugar, por todo el tiempo que estuvimos ahí. 

Se estaba poniendo oscuro y empezamos a tener frío, supimos que era hora de irnos. Empezamos a sentir cómo cambiaban las energías del bosque, completamente diferentes a las que tenía de día, todo se estaba volviendo hostil muy rápido, así que, así como nos recibió de una manera hermosa, ahora teníamos que respetar la naturaleza y saber que era hora de irnos. La oscuridad estaba creciendo tan rápido que nos sentimos perseguidos. Tuvimos que apurarnos para salir y volver al campamento.


Fue el viaje dentro del viaje más hermoso de mi vida. Si tuviera que explicarlo en una palabra, diría que fue sublime.

Vayan a Tandil. Tomen ácido. Paseen. Nada más.

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