martes, 23 de julio de 2013

Blue Valentine



Cindy: What did it feel like when you fell in love?

Gramma: Oh... oh dear, I don't think I found it

Cindy: Even with grandpa?

Gramma: Maybe a little, in the beginning. He didn't really have any regard for me as a person. You gotta be careful with that. You gotta be careful with the person you fall in love is worth it... to you.

Cindy: I never want to be like my parents. I know they must've loved each other at one time right? To just get it all out of the way before they had me. How do you trust your feelings when they can just disappear like that?

Gramma: I think the only way you can find out is to have the feeling. You're a good person. You have the right to say I do trust. I do trust myself.

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Nunca había visto Blue Valentine, y no me destrozo el corazón, solo me mostró una realidad que ya conocía, y puso el palabras muchas cosas que ya pensaba. Es realidad pura. 
No importa cuan real se sienta cuando se siente, y cuan seguro uno esté de que es para siempre, nunca hay certeza.
Y muchas veces (la mayoría) el sentimiento se va y ni siquiera estas seguro del por qué. Pero eso no quiere decir que no haya sido real y eterno mientras duró.

"To shoot all the beautiful stuff firstthe falling in love, was like a dream. We built this castle, and we had to tear it down. But while we were tearing it down, we knew what we were losing, because we'd built it."
- Ryan Gosling on Blue Valentine


viernes, 19 de julio de 2013

Un respiro.

¿Puedo llamarte ahora de repente y pedirte que me acompañes a tomar un café a algún barcito, el que te quede mas cómodo, para hablar? Necesito hablar con vos. Me da igual cual.
Quiero que haga mucho frío, así los dos vamos bien abrigados y hacemos algún comentario al pasar y casual del frío que tomamos caminando las cuadras saliendo del subte hasta llegar ahí. Y especialmente porque gracias a ese frío que tomamos antes de llegar a destino y encontrarnos, va a potenciar lo reconfortante de vernos las caras, en un lugarcito que va a ser intimo nuestro por un rato, para abrazarnos y abrigarnos mientras compartimos.
Tengo ganas de que me observes por un momento y te des cuenta que hay algo que me tiene mal, pero que no quiero indignar demasiado en eso, porque yo te llame por otra cosa.
Intercambiemos ideas, contame las cosas que tenes en mente, tus planes, riámonos de las ridiculeces que dice o sugiere la gente, capaz hasta si tenes ganas, podemos reírnos un rato de la gente que nos rodea, pero no demasiado, porque estaríamos manchando el ambiente lindo que estamos teniendo. Yo podría darte algún que otro consejo con una vista externa que pueda resultarte útil.
Después de darme ese pedacito de vos que me haga sonreír mucho, dejame que me explaye contándote todo lo que me pasa por la cabeza. Dejame empezar a hablar sin filtros, como si estuviera hablando sola, sin que me estés juzgando porque lo que planteo es obsesivo, porque mis pensamientos y mirada de las cosas es demasiado intensa y... Esa tendencia que tengo a sobre analizar las cosas cuando son pelotudeces, que no me juzgues por idealizar o alucinar cosas. Que me dejes ser, entendiéndome, o al menos intentándolo. Sin que yo este preocupándome por lo que te pasa por la cabeza mientras hablo, sin preocuparme por aburrirte, sin esforzarme demasiado.

Después de contarte todo seguramente respire hondo y dramatice las cosas, diciéndote que estoy agotada de todo y que me quiero ir. Que necesito escaparme un rato.
Vos me vas a sonreír y me vas a decir que me sigo quejando, sigo repitiendo lo mismo, pero que al final sigo haciendo nada y que deje de decir si no voy a hacer. Que todo lo que necesito en la teória, sobre de los miedos y prepararme mentalmente, ya lo estudie por demasiado tiempo. Que solo me falta ese paso,  el mas importante, la practica. Yo te voy a dar la razón, aunque me moleste que me encasilles y me metas en la bolsa de toda la gente que habla y no hace, pero confiando que en el fondo sabes que no soy así. Vas a hacer algún que otro comentario sobre todo lo que te conté, plantándome como semillas ideas en la cabeza que me guardo para trabajarlas en el viaje de vuelta.
Nos pararíamos, porque eventualmente habría que volver a la vida real. Te daría el abrazo mas sincero del mundo, relajándome un ultimo minuto mas. Te agradecería por existir, y nos despediríamos hasta algún próximo encuentro eventual. Yo me iría caminando con el frío que me pegaría como una trompada, pero con una sonrisa en la cara y sintiéndome 20 kilos mas liviana.
No pido mas.






viernes, 12 de julio de 2013

Sal con una chica que lee

Sal con una chica que no lee. Encuéntrala en medio de la fastidiosa mugre de un bar del medio oeste. Encuéntrala en medio del humo, del sudor de borracho y de las luces multicolores de una discoteca de lujo. Donde la encuentres, descúbrela sonriendo y asegúrate de que la sonrisa permanezca incluso cuando su interlocutor le haya quitado la mirada. Cautívala con trivialidades poco sentimentales; usa las típicas frases de conquista y ríe para tus adentros. Sácala a la calle cuando los bares y las discotecas hayan dado por concluida la velada; ignora el peso de la fatiga. Bésala bajo la lluvia y deja que la tenue luz de un farol de la calle los ilumine, así como has visto que ocurre en las películas. Haz un comentario sobre el poco significado que todo eso tiene. Llévatela a tu apartamento y despáchala luego de hacerle el amor. Tíratela.
Deja que la especie de contrato que sin darte cuenta has celebrado con ella se convierta poco a poco, incómodamente, en una relación. Descubre intereses y gustos comunes como el sushi o la música country, y construye un muro impenetrable alrededor de ellos. Haz del espacio común un espacio sagrado y regresa a él cada vez que el aire se torne pesado o las veladas parezcan demasiado largas. Háblale de cosas sin importancia y piensa poco. Deja que pasen los meses sin que te des cuenta. Proponle que se mude a vivir contigo y déjala que decore. Peléale por cosas insignificantes como que la maldita cortina de la ducha debe permanecer cerrada para que no se llene de ese maldito moho. Deja que pase un año sin que te des cuenta. Comienza a darte cuenta.
Concluye que probablemente deberían casarse porque de lo contrario habrías perdido mucho tiempo de tu vida. Invítala a cenar a un restaurante que se salga de tu presupuesto en el piso cuarenta y cinco de un edificio y asegúrate de que tenga una vista hermosa de la ciudad. Tímidamente pídele al mesero que le traiga la copa de champaña con el modesto anillo adentro. Apenas se dé cuenta, proponle matrimonio con todo el entusiasmo y la sinceridad de los que puedas hacer acopio. No te preocupes si sientes que tu corazón está a punto de atravesarte el pecho, y si no sientes nada, tampoco le des mucha importancia. Si hay aplausos, deja que terminen. Si llora, sonríe como si nunca hubieras estado tan feliz, y si no lo hace, igual sonríe.
Deja que pasen los años sin que te des cuenta. Construye una carrera en vez de conseguir un trabajo. Compra una casa y ten dos hermosos hijos. Trata de criarlos bien. Falla a menudo. Cae en una aburrida indiferencia y luego en una tristeza de la misma naturaleza. Sufre la típica crisis de los cincuenta. Envejece. Sorpréndete por tu falta de logros. En ocasiones siéntete satisfecho pero vacío y etéreo la mayor parte del tiempo. Durante las caminatas, ten la sensación de que nunca vas regresar, o de que el viento puede llevarte consigo. Contrae una enfermedad terminal. Muere, pero solo después de haberte dado cuenta de que la chica que no lee jamás hizo vibrar tu corazón con una pasión que tuviera significado; que nadie va a contar la historia de sus vidas, y que ella también morirá arrepentida porque nada provino nunca de su capacidad de amar.

Haz todas estas cosas, maldita sea, porque no hay nada peor que una chica que lee. Hazlo, te digo, porque una vida en el purgatorio es mejor que una en el infierno. Hazlo porque una chica que lee posee un vocabulario capaz de describir el descontento de una vida insatisfecha. Un vocabulario que analiza la belleza innata del mundo y la convierte en una alcanzable necesidad, en vez de algo maravilloso pero extraño a ti. Una chica que lee hace alarde de un vocabulario que puede identificar lo espacioso y desalmado de la retórica de quien no puede amarla, y la inarticulación causada por el desespero del que la ama en demasía. Un vocabulario, maldita sea, que hace de mi sofística vacía un truco barato.
Hazlo porque la chica que lee entiende de sintaxis. La literatura le ha enseñado que los momentos de ternura llegan en intervalos esporádicos pero predecibles y que la vida no es plana. Sabe y exige, como corresponde, que el flujo de la vida venga con una corriente de decepción. Una chica que ha leído sobre las reglas de la sintaxis conoce las pausas irregulares –la vacilación en la respiración– que acompañan a la mentira. Sabe cuál es la diferencia entre un episodio de rabia aislado y los hábitos a los que se aferra alguien cuyo amargo cinismo countinuará, sin razón y sin propósito, después de que ella haya empacado sus maletas y pronunciado un inseguro adiós. Tiene claro que en su vida no seré más que unos puntos suspensivos y no una etapa, y por eso sigue su camino, porque la sintaxis le permite reconocer el ritmo y la cadencia de una vida bien vivida.
Sal con una chica que no lee porque la que sí lo hace sabe de la importancia de la trama y puede rastrear los límites del prólogo y los agudos picos del clímax; los siente en la piel. Será paciente en caso de que haya pausas o intermedios, e intentará acelerar el desenlace. Pero sobre todo, la chica que lee conoce el inevitable significado de un final y se siente cómoda en ellos, pues se ha despedido ya de miles de héroes con apenas una pizca de tristeza.
No salgas con una chica que lee porque ellas han aprendido a contar historias. Tú con la Joyce, con la Nabokov, con la Woolf; tú en una biblioteca, o parado en la estación del metro, tal vez sentado en la mesa de la esquina de un café, o mirando por la ventana de tu cuarto. Tú, el que me ha hecho la vida tan difícil. La lectora se ha convertido en una espectadora más de su vida y la ha llenado de significado. Insiste en que la narrativa de su historia es magnífica, variada, completa; en que los personajes secundarios son coloridos y el estilo atrevido. Tú, la chica que lee, me hace querer ser todo lo que no soy. Pero soy débil y te fallaré porque tú has soñado, como corresponde, con alguien mejor que yo y no aceptarás la vida que te describí al comienzo de este escrito. No te resignarás a vivir sin pasión, sin perfección, a llevar una vida que no sea digna de ser narrada. Por eso, largo de aquí, chica que lee; coge el siguiente tren que te lleve al sur y llévate a tu Hemingway contigo. Te odio, de verdad te odio.

Sal con una chica que lee porque te lo mereces. Te mereces una mujer capaz de darte la vida más colorida que puedas imaginar. Si solo tienes para darle monotonía, horas trilladas y propuestas a medio cocinar, te vendrá mejor estar solo. Pero si quieres el mundo y los mundos que hay más allá, invita a salir a una chica que lee.

O mejor aún, a una que escriba.


-Charles Warnke.