jueves, 20 de febrero de 2014

17 de Diciembre.



Dejé al monstruo ganar, se cansó de tantas guerras perdidas después de estar acostumbrado a ganarlas todas. Odia las herramientas que desarrollé éste último tiempo para poder luchar contra el. Se cansó de que me ría en su cara. Y por primera vez, en mucho tiempo, ni siquiera le levante el escudo. Lo deje entrar, entró tirando todo lo que se le cruzaba por el camino. Imaginate, todas las ganas que venía acumulando, me paso por arriba y me golpeo contra el piso, disfrutando cada segundo. Y yo me dejé. No se bien por qué, porque estaba aburrida? Para sentir algo? Para probar con cuánta fuerza podía levantarme después? A veces me tengo tanto miedo.

Me enoje muchísimo porque todo lo que me estaba mostrando, desde el lugar en el que estaba, era real. Al punto que se volvió para mi una verdad absoluta y olvidé totalmente las herramientas que tenia. Olvidé que era un algo externo, que no nacía de mi esencia, sino del miedo. Me envolvió, me cubrió y me dejó ciega. Ya no había monstruo que me golpee. El monstruo era yo.


Me retorcí por un largo tiempo, gritando. Todo era oscuridad. Cuando son apoderados por el monstruo, mis pensamientos son más retorcidos, obsesivos y oscuros de lo normal. Tenía tanto frío y me sentía tan sola. Rasqué el piso, cavé para encontrar algo chiquito que me pueda sacar de ahí, que me reconecte conmigo para recuperar las herramientas y volver a ganar. Pero no había nada. Me arrastre por el piso, llegando a las paredes, que también traté de romper para liberarme
. Sólo empeoraba. No encontraba nada que me salve, ningún alivio. El monstruo disfrutaba mis intentos fallidos, festejando, riendo. Consumiendo mi energía como si fuera su mayor droga y hubiera estado con abstinencia.

En medio de tanto ruido, cansada de buscar en el lugar equivocado, dejé de luchar y me tire al piso rendida. Respiré hondo. Tratando en plena lucha de encontrar un momento de paz, una luz adentro que me diga dónde tengo que ir para dar vuelta mi percepción y salvarme, para poder volver a luchar y ganarle. No encontraba nada. Nada. No tengo nada de dónde agarrarme. Qué hago ahora? Dame una herramienta. Lo mínimo. Tirame un salvavidas, por favor. Me siento tan demandante, y eso me hace sentir tan insegura y al mismo tiempo tan sola. Cuál gana? 

Ninguno gana y ninguno tiene la culpa de nada. Lo demás no tiene importancia.

De repente, casi por arte de magia o del cosmos, que son lo mismo, recordé el último lugar en el que más fuerte me había sentido, en el que podía lograr lo que quería, el lugar en el que me llené de luz.

Tenía que volver ahí. Ese es mi lugar. Ahí me iba a encontrar con mi esencia e iba a poder correrle la cara al monstruo para frenarlo de que me siga lastimando. 
En ese lugar sé que voy a encontrar las fuerzas suficientes.
Volví.
Un poco desganada y confundida porque venía de la guerra, pero volví. 
Entré despacio, qué lugar tan cálido y pacifico, tan diferente al que estaba hace un minuto atrás.
Respiré aliviada.
Cerré los ojos y disfrute un rato de esa paz, aunque eventualmente iba a tener salir y volver a luchar con él, me dejé abrazar por la calidez, sentía que flotaba. Había encontrado lo que estaba buscando para la liberación absoluta.
 Rompí en llanto porque me reencontré conmigo, y todo lo que tengo, todo lo que estaba empezando a olvidar por culpa de dejarme ganar.
Lagrimas de emocion, porque sigue estando ahí. Toda mi fuerza. Porque sigo eligiendo darle lucha. Y por todo lo que me hace seguir eligiendolo. 


Soy más fuerte de lo que pienso la mayor parte del tiempo. Qué fácil es, a veces, olvidarse de eso. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario